jueves, 4 de abril de 2013

“Veinte años no es nada”… ¿Sera verdad?


Recuerdo, como si fuera ayer, cuando mi padre cantaba ese tango famoso de Carlos Gardel, en el cual dice “que veinte años no es nada”.  Y hoy en un momento de reflexión de los últimos veinte años de mi vida, decidí hacer esta nota para analizar por mí mismo, si es cierto o no “que veinte años no es nada” o si por el contrario, veinte años son significativos en la vida del ser humano.

Es interesante el hecho de que en nuestra vida ocurren situaciones las cuales nos hacen buscar entre aquellos archivos del pasado en nuestra mente y nos traen a memoria momentos que impactaron y cambiaron el rumbo de nuestra vida.  Y una vez vienen a la memoria, los vivimos nuevamente como si hubiera sido ayer.  La mente humana es algo tan poderoso, aún más que cualquier computadora en existencia hoy día.  Archivamos tantos pequeños detalles que a veces es sorprendente de las cosas que nos podemos acordar.

Y no es que nos estemos aferrando al pasado, sino que nos damos cuenta de que nuestra situación actual es el resultado de decisiones que tomamos hace muchos años atrás.  Lo cual quiere decir que si queremos cambiar nuestro futuro, dependerá de las decisiones que tomamos hoy.  Muchas veces se nos pregunta donde nos vemos en 5, 10 o 20 años en el futuro, y es difícil llegar a la realización de lo que verdaderamente sucederá en nuestro futuro, porque no sabemos el resultado final de las decisiones que tomamos día a día.

Una de las razones por las cuales decidí escribir esta nota, es que en este año, el 2013, se cumplen veinte años desde que tome la decisión de partir desde mi patria hacia una nación que en aquel momento era extraña para mí.  En el mes de agosto del año 1993, no me acuerdo el día exacto pero sé que fue un domingo, llegué al estado de Massachusetts, en el noreste de los Estados Unidos.  No fue una decisión a la ligera, pero fue rápida y basada en la condición económica en la cual me encontraba en ese momento.


Para entender mi decisión, hay que hablar un poco de la historia antes de llegar a ese momento.  Para aquellos que están leyendo esta nota y me conocen bien, muchos de estos detalles no serán sorpresa pero son necesarios.  Para aquella persona que no conoce mucho de mi pasado, quizás te sorprenderán muchos de estos detalles, pero igual son de necesarios para entender el porqué de este escrito.

Nací en el pueblo de Juana Diaz, allá en el año 1969, y sí, fue el mejor año que hemos tenido, tanto así que fue cuando el primer hombre camino en la luna.  Bueno, por lo menos denme la oportunidad de sentirme orgulloso del año en que nací.  Cada cual que le busque a ver porque su año fue el mejor, de todas manera para mí fue el mejor, porque nací y punto.  Nací en una familia muy arraigada y dedicada a su religión, lo cual fue el factor determinante en las decisiones que tomaron mis padres acerca de mi educación y crecimiento.

Tanto mi papá como mi mamá eran maestros del sistema de educación pública en Puerto Rico, profesionales graduados, mi papá de la Universidad de Puerto Rico y mi mamá de la Universidad Católica.  Así que ya saben de dónde vienen mis genes.  Mi papá era un hombre muy inteligente y hombre de negocios.   Dejó su trabajo de maestro para dedicarse al negocio de los seguros, en el cual fue muy exitoso financieramente.  Era un hombre que sabía cómo manejar su dinero y gracias a Dios nunca padecimos ninguna necesidad financiera.  Fui más que bendecido de haber tenido unos padres como los que tuve.

Mi mamá decidió dejar su trabajo como maestra cuando yo nací, y se convirtió en ama de casa a tiempo completo.  Ya mi hermana tenía 6 años, y mi mamá ya no quería que nos cuidaran otras personas sino ella.  Se convirtió en maestra en la casa, y gracias a su dedicación y empeño, cuando llegué a la escuela en kindergarten, ya sabía leer, escribir y las matemáticas básicas.  Ahora, ¿qué efecto tuvo en mi vida aquella decisión de mi mamá?  Bueno, no creo que Mrs. Zaragoza estuvo muy contenta conmigo, porque cuando llego a su salón de clases y ella empieza a enseñar todas esas cosas básicas a la clase, ya yo las sabía y la volví loca porque estaba aburrido en la clase.  Tanto fue así que tuvo que hacer arreglos con la escuela para brincarme de grado, y es así como con tan solo 5 años de edad empecé en el primer grado, el cual básicamente me lo sabía, pero ya no podían adelantarme más.

Mi mamá me enseño e inculcó en mí el amor por la lectura, el deseo de aprender y de entender la importancia de la educación.  Esa decisión creó en mí un hambre por aprender y soñar con las cosas que yo podría hacer en el futuro.  Me acuerdo que de muy niño me encantaba diseñar y delinear planos de casas y edificios, quería ser un arquitecto o ingeniero.  Buscando en mi archivo de recuerdos, viene a mi memoria también mi gran interés por la exploración espacial y todo lo que tuviera que ver con la NASA, hasta el punto de estar intercambiando correspondencia con la NASA frecuentemente.  Cabe mencionar también el hecho de que me crie con solamente 3 o 4 canales de televisión, cuando la antena cogía la señal por supuesto, nada de eso de cientos de canales por cable o satélite, además yo era el control remoto.

Papi, por otra parte era también veterano de la guerra de Corea y mientras estuvo en el ejército aprendió bastante inglés.  Él tenía una gran pasión por el idioma y lo fue perfeccionando hasta que lo dominó bastante bien.  Él nos repetía que teníamos que aprender el inglés porque algún día lo íbamos a necesitar.  Nos compraba libros en inglés, y así aprendimos a leerlo y escribirlo.  También nos hablaba inglés cuando estábamos con él, pero nosotros le respondíamos en español protestando y diciendo que nunca necesitaríamos aprender aquel idioma.  Que equivocados estábamos, pero por su insistencia y diligencia, pude dominar el idioma rápidamente cuando lo necesité.

Todo eso me ayudó a destacarme en la escuela con muy buenas notas, podríamos decir hasta la escuela intermedia.  Entonces, sucedió algo que empezó a cambiar el rumbo de mi futuro.  Mis padres tomaron decisiones acerca de la educación universitaria de mi hermana y la mía.  Decisiones basadas en ideologías religiosas, las cuales fueron inculcadas por la organización que dirige a esta religión.  Básicamente les dijeron a los padres que no permitieran a sus hijos ir a la universidad, porque la educación universitaria los alejaría de los caminos de la religión.  Que en vez de perder el tiempo en una carrera universitaria, mejor los enviaran a tomar cursos cortos o vocacionales los cuales le permitirían tener un oficio rápido el cual sería provechoso una vez que el sistema mundial acabara y tuvieran que reconstruir aquí en la tierra.  No, no me lo estoy inventando, tengo la prueba de artículos en su literatura.

Y tenían razón, la educación superior o universitaria, permitía que los jóvenes de esta religión estuvieran ahora expuestos a la realidad de la vida, y no solo a los libros de la organización religiosa.  La educación abre la mente para poder tomar decisiones por ti mismo y no por lo que supuestos líderes religiosos digan.  Se dieron casos de muchas familias que a pesar de estar en desobediencia a lo que decía la religión, enviaron a sus hijos a universidad.  Y sí, muchos de ellos al ahora estar expuestos a la educación y a la vasta información disponible, se dieron cuenta de cual era la realidad y abandonaron la religión.

Lamentablemente, eso lo que hizo fue afirmar más el caso en contra de la educación universitaria, y el que quería demostrar su gran lealtad a la religión, no permitía que sus hijos fueran a universidad.  Ese fue el caso de mi familia, ya cuando estoy en la escuela intermedia llego a la realización de que mi hermana no fue a la universidad y yo tampoco iba a poder ir.  Mis primos pudieron ir, su familia también estaba en la religión, pero ellos decidieron renunciar a la religión, a lo cual muchos le echaron la culpa a la universidad.

Cuando se acercaba el tiempo de ir a la Escuela Superior, solo tenía dos opciones, la número uno era ir a la escuela vocacional la cual se encontraba en otro pueblo y escoger uno de los cursos que allí enseñaban porque “no vas a ir a la universidad” (eso era lo que me decían).  La segunda opción y fue la que escogí, ir a la escuela superior local pero no tomar el curso general, sino el curso de comercio.  En el curso de comercio se aprendía mecanografía, contabilidad, archivo y la clase que yo más odiaba (hasta el punto que conseguí la manera de no tomarla), taquigrafía. 

Escogí la salida más fácil para terminar la escuela superior y acabar de una vez y por todas con la tediosa tarea de la escuela, si no iba a ir a la universidad como quiera, para que trabajar tanto.  ¿Por qué fue la salida más fácil?  Bueno, no es un secreto que mi papá había sido maestro de comercio, ya yo me había enseñado a mí mismo todos los libros de mecanografía y contabilidad.  Cuando empecé en el curso de comercio, ya yo escribía sobre 80 palabras por minuto y no había cogido ni una clase en la escuela de mecanografía, ya yo había estudiado el primer curso de contabilidad y no había llegado al salón de clase de contabilidad.  Un dato interesante de este tiempo en la escuela superior, es que el grupo de comercio o la clase a la cual yo pertenecía, constaba de un grupo de 28 muchachas y solo dos varones.  Se podrán imaginar cómo nos sentíamos, no voy a abundar en ese detalle. 

En este tiempo también tuve tremendos maestros y maestras, pero se destaca una en particular.  De hecho, cuando dije al principio que muchas veces ocurren situaciones que nos hacen abrir nuestro archivo de memorias, uno de esos eventos recientes en este año fue la trágica muerte de mi gran maestra Elba Colón.  Elba Colón fue más que solo una maestra para mí, fue mi amiga, consejera y confidente.  Sabía cosas de mí que nadie más conocía, Elba también pertenecía a la misma religión pero nunca estuvo de acuerdo en la decisión de que yo no fuera a la universidad.  Elba reconocía el gran potencial que había en mí, y siempre me aconsejaba que siguiera estudiando, pero esa decisión ya estaba tomada, no por mí, sino por mis padres los cuales no me iban a apoyar en caso de que yo decidiera seguir estudiando. 

Cuando me enteré de la muerte de mi maestra y amiga, me dolió mucho.  La última vez que la vi, fue en el funeral de mi papá, en el cual ella sin importarle las reglas de la religión, fue donde mí, me saludó y conversamos (se supone que ni siquiera me saludara, porque yo había sido expulsado de la religión).  Nos acordamos de una promesa que le hice una vez en el salón de clase, recuerdo que cuando era su estudiante le dije: “Mrs., yo algún día voy a ser el dueño de una compañía y le voy a dar el puesto de secretaria ejecutiva”.  Una promesa que no le pude cumplir, pero todavía estoy trabajando en lo de ser el dueño de una compañía.

Bueno, siguiendo adelante con la historia, debido a esas decisiones se me hizo muy difícil encontrar un trabajo estable y con buena paga en Puerto Rico.  Mientras estuve soltero, no tenía problemas porque trabajaba a tiempo parcial en la oficina de mi papá, y el resto del tiempo lo dedicaba a predicar de casa en casa.  Pero yo necesitaba salir de aquella situación y la única salida pacífica era el matrimonio.  Fue la manera de independizarme y salir del control de mis padres.  Ahora yo tomaba mis propias decisiones y lamentablemente no fueron muy buenas que digamos.  Pero mis decisiones y acciones estaban acondicionadas a mi realidad de no tener sino un cuarto año de escuela superior, un certificado de oficinista de contabilidad con un poco de experiencia.

¿Qué no hice para poder salir adelante?  Trabaje de noche en una fábrica en Ponce, allí a la salida de la autopista.  La situación entre mi primera esposa y mi familia era insoportable, y encima de eso tener que trabajar de noche.  Dejé ese trabajo para trabajar en una financiera de cobrador, eso fue una pesadilla.  Llegue a trabajar de noche en una gasolinera, localizada en uno de los peores barrios del pueblo, hasta que un día me salve de un asalto y dije que eso no era conmigo.  No encontraba un trabajo en la tierra que me vio nacer, y aquí es donde realmente empieza la historia de los últimos veinte años.

 “Veinte años no es nada”…

En medio de aquella situación, me presentan la oportunidad de ir al estado de Massachusetts para conseguir trabajo y nuevas oportunidades.  Cambiar de ambiente, salir lejos de la tierra que me vio nacer, ir a tierras extrañas con la promesa de un nuevo comienzo, una nueva vida, una nueva oportunidad.

Yo viajaría en poco tiempo con el primo de mi primera esposa, teníamos tiempo para hacer ciertas cosas y arreglar los últimos detalles, pero de pronto surge una emergencia y él tenía que volver a Estados Unidos de emergencia.  Y esa era mi oportunidad, era ahora o nunca, no tenía ni para el pasaje, no me acuerdo ni quien me lo pagó, pero salimos aquel domingo de emergencia para Massachusetts.

No tuve tiempo de despedirme de mis amigos y familiares.  La noche antes fui donde mi mamá a darle la noticia, mi papá no estaba en la casa, así que solo pude despedirme de ella, fue muy triste para los dos en aquel momento.  Pero por otro lado, yo sentía cierto grado de emoción mezclada con un poco de miedo a lo desconocido. 

Llegue a Massachusetts, en Agosto del 1993 con solo $20 dólares en mi bolsillo y una maleta de ropa.  De esos veinte dólares, gaste unos doce el mismo día que llegamos en una pizza que compre para comer.  Cabe destacar que aquella pizzería se convirtió en uno de mis sitios preferidos para comer una buena pizza.  Me hospedé en casa de familiares de mi primera esposa y el lunes fuimos a llenar aplicaciones de trabajo.

Yo estaba decidido a progresar y no ser uno más del montón de hispanos estancados esperando que el gobierno les mantenga y viviendo en proyectos de vivienda, etc.  No tengo nada en contra de los que lo hacen, pero eso no era para mí.  Yo tenía el deseo de demostrarle especialmente a mi papá que yo podía tener éxito por mi cuenta sin depender de ellos.  No creo que era orgullo, pero si era algo en mi interior lo cual me motivaba a buscar una mejor situación y salir hacia adelante.

No perdí tiempo en conseguir trabajo, el mismo martes ya estaba trabajando en una compañía privada de cerámicas, no pagaban mucho, quizás unos $6 dólares la hora, sin beneficios y por debajo de la mesa.  Lo acepte, pero sabía que solo sería algo temporero porque ya para el miércoles me habían llamado para una entrevista en una fábrica de chocolates.  Pagaban mejor, $6.25 por hora y beneficios, fue así como ya para el siguiente lunes estaba trabajando en esta fábrica.  Aprendí el valor de trabajar duro, allí conocí a un mejicano que me daba transportación y con él aprendí a trabajar doble tiempo y tiempo extra, nunca olvidare lo mucho que me ayudó.

El lenguaje no era problema, yo lo leía, entendía y escribía, lo que me faltaba era hablarlo con más frecuencia, así que fue algo casi automático.  Hasta el punto que en varios meses hasta le estaba traduciendo a personas que llevaban más de 15 años viviendo allá.  Mi primera esposa término vendiendo lo que nos quedaba en Puerto Rico.  Me compre un automóvil por $500, traje a mi familia de Puerto Rico y en poco tiempo pude rentar mi propio apartamento.

Ahora recuerden que llegué en Agosto, en verano pero ya terminando.  Llego el otoño, y por primera vez experimenté lo marcado de las estaciones del año en el noreste de los Estados Unidos.  Llegó el invierno y con el invierno también la nieve y el frio, este jibarito de Juana Díaz estaba muy contento con esta nueva experiencia, de más está decir que la alegría no dura mucho.  Especialmente cuando tienes que levantarte mucho más temprano en la mañana para sacar la nieve y limpiar para poder salir en el automóvil.  Manejar en la nieve es un arte que hay que aprender, y si no lo aprendes rápido tienes muchos problemas.

Me acuerdo que nos mudamos a nuestro apartamento en pleno invierno con nuestro hijo de apenas 2 años.  Era un tercer piso de una casa de apartamentos, teníamos un colchón de aire para dormir, dos sillas plásticas en la sala y un televisor (el cual todavía tengo).  La calefacción salía de una estufa de gas en la cocina y eso estaba supuesto a calentar todo el apartamento.  Demás está decir lo caliente que estaba la cocina y lo frio que estaban los cuartos.  De verdad que Dios no se equivoca, y por eso me permitió nacer en una isla del caribe con un clima tropical, yo no fui hecho para aquel frio.

Cuando estaba en Puerto Rico, ya había buscado información acerca de escuelas por correspondencia y estaba muy interesado en el curso de Inspector de Edificios, pero no era una carrera desarrollada en Puerto Rico.  Pero, cuando llegue a Massachusetts, me puse a investigar y me di cuenta que podía ser una buena carrera para mí en ese estado.  Me conecté con las asociaciones de inspectores, contacté a varios inspectores establecidos para ver como trabajaban y conseguir información.  Me di cuenta muy pronto que no había ningún hispano en el estado haciendo inspecciones, también me sentí como “cucaracha en baile de gallinas” cuando fui a las reuniones de la Asociación, no había ningún hispano ni tampoco ningún persona de la raza negra.

Era el momento de otra decisión importante en mi vida, ¿me dejaría intimidar y usaría el racismo como una excusa para detener mi progreso?  O, por el contrario, ¿usaría esa situación para mi ventaja?  Yo decidí por la segunda, era la oportunidad de demostrar quién era yo realmente y aunque tuviera que trabajar el doble, me di cuenta que había una necesidad de inspectores hispanos.  Después de todo, el inspector trabaja para el que compra la casa, y que mejor que tener a alguien que te pueda explicar en tu propio lenguaje acerca de los problemas y el mantenimiento de esta gran inversión.

Así fue que decidí estudiar por correspondencia, mientras seguía trabajando.  Ya que mi real pasión es la construcción y el diseño, no fue difícil comprender y aprender la parte técnica del trabajo.  Mientras continuaba estudiando, conseguí otro trabajo mejor en una compañía de distribución de piezas electrónicas.  Empecé desde abajo, pero en menos de 8 meses ya había obtenido el puesto de Inspector de Calidad, ¡ganando un gran total de $8.25 la hora!  Cuan emocionante, ¿no? (sarcasmo). 

Mientras trabajaba en esa compañía termine de estudiar, obtuve mis certificaciones de inspector y abrí mi propia practica de inspector desde mi apartamento.  Empecé a promover con los agentes de bienes raíces hispanos, también con el Centro Hispano el cual daba orientaciones a compradores de casas y comencé a hacer inspecciones los fines de semana.  Con dos inspecciones que hacia el sábado, me ganaba el doble de lo que hacía toda la semana en el trabajo.  ¿Qué creen?

Pero no era algo tan seguro, así que seguí trabajando, y encontré otro trabajo en una compañía de cerámicas industriales.  Esta compañía estaba en el mismo pueblo y era la compañía donde todo el mundo quería trabajar, tenía muy buena reputación y conseguir trabajo allí se consideraba tener tremenda suerte.  Me empezaron a $8.75 la hora, 50 centavos más, ¡tremendo!  Mientras trabajaba allí, seguía tratando de levantar el negocio de inspecciones, pero los problemas empezaron en el matrimonio.

Vino la separación, mi primera esposa ya no aguantaba vivir en Massachusetts, y mis planes no eran volver a Puerto Rico.  Volver para ¿Qué?, ¿sin haber logrado nada?  No, eso no estaba en mis planes y ella se fue a Puerto Rico con mi hijo el 31 de diciembre del 1995.  Esa decisión trajo como consecuencia varios pleitos legales a través de los años los cuales nos afectaron bastante, pero ahora no vienen al caso.

Seguí trabajando en aquella compañía, terminé mi asociación con la religión de mis padres.  Ahora tenía una libertad que nunca había experimentado y aunque era algo lo cual necesitaba para crecer, también trajo muchos dolores de cabeza.  En ese tiempo conocí a mi esposa, Rosy, y hemos estado juntos desde el 1996 hasta ahora y espero en Dios que por muchísimos años más hasta que la muerte nos separe.

Después de casi un año trabajando para aquella compañía, y ahora ganando algunos $12 la hora, vi un anuncio en el periódico de una compañía muy bien establecida que estaba buscando inspectores pero como contratistas independientes.  No había salario fijo, era por comisión, lo cual significaba el riesgo de dejar un cheque seguro por algo que era incierto.  Pero, era tiempo de otra decisión, de la cual nunca me he arrepentido.

Conseguí el contrato, deje el trabajo y espere a ver qué pasaba.  Al principio fue difícil, y mi esposa al ver que no llegaba mucho dinero se empezó a preocupar.  Yo había empezado con la compañía de inspecciones en el temporada lenta, y se tomó unos meses para levantar el área y darme a conocer como un inspector capaz de hacer un trabajo de calidad.  Pero una vez que me di a conocer, fue una experiencia espectacular. 

Fui el primer hispano en obtener la licencia de Inspector del estado de Massachusetts y tuve a mi cargo toda el área central del estado.  Financieramente ahora estaba muy bien, llegue a ganar hasta $96,000 al año, y eso solo con un cuarto año de escuela superior y un curso corto de inspector de edificios.  Mi afán en aquel tiempo era trabajar más y más, trabajaba los siete días a la semana con un fin de semana libre cada dos semanas.  Me olvide de la religión, me olvide de Dios, me afán era mi dinero y lo que yo pudiera comprar con mi dinero.

Cuando hay dinero, también aparecen muchos amigos.  Pude comprar una casa, tenía todos los juguetitos que quería.  Motoras, jet-skis, piscina, billar, four-track y mucho para beber y fiestear.  Me di a los gustos, al alcohol y a malgastar el dinero.  Así como entraba, así de fácil desaparecía.  Le hice la vida de cuadritos a mi esposa, pero tenía mi carrera segura y muy buena reputación en la comunidad.  Lo que no tenía era tiempo para mí, para mi familia, ni para Dios.

En el mes de Marzo del 2003, tuve un accidente debido a una tormenta de nieve y el vehículo fue pérdida total, gracias a Dios yo salí ileso, pero me hizo reflexionar acerca de lo frágil de la vida.  Fue en ese año en el cual decidimos mudarnos a la Florida, buscando calma y un estilo de vida más tranquilo.  Gracias a Dios y debido a mi experiencia, llegue a la Florida a trabajar bajo una compañía nacional de inspecciones.  Mejor comisión que la compañía de Massachusetts, pero solo trabajando de lunes a viernes.  Así, que mi tiempo empezó a acomodarse para dar lugar a lo que habría de pasar en la Florida.

Mirando y repasando los archivos de memoria, me doy cuenta que mudarnos a la Florida fue una puerta que Dios nos abrió para cumplir su propósito en nuestra vida.  Fue en la Florida donde pude tener un encuentro real con Dios y pude entender que no se trata de una religión sino de una relación personal con Jesús, desde ese momento en adelante, mis decisiones no son solo mis decisiones, sino que Dios me ayuda y dirige mis pasos.  Donde estoy ahora es gracias a su amor, a su misericordia y a su gracia, porque si no fuera así, quizás estuviera muerto.

En la Florida estuvimos 3 años y medio, tuve muy buenas experiencias.  Entre ellas se destaca una muy especial, y es que cuando el mercado de bienes raíces empezó a decaer, yo deje el trabajo con la compañía y por 6 meses tuve la oportunidad de trabajar en Cabo Cañaveral, en la NASA, como inspector de construcción.  Estuve a cargo de la renovación del edificio donde se ensamblaba el Transbordador Espacial y también del edificio donde se controlan los lanzamientos.  Estar allí, me llevo a recordar mi pasión sobre la exploración espacial, y tuve la oportunidad de tener muchas experiencias y conocer gente importante.

Pero el tiempo del contrato terminó y las cosas se pusieron muy difíciles en la Florida.  Traté de mantener la práctica de inspecciones privadas, y por un tiempo me fue bien pero el mercado de bienes raíces se fue al piso.  Llego el tiempo de otra decisión importante, la cual determinó mi actual situación.  Y es así, como sin conocer nada del estado de Texas, viaje a la ciudad de San Antonio para una entrevista de trabajo con el gobierno de la ciudad.  Tan pronto me ofrecieron el trabajo, lo acepte y llegue a la ciudad de San Antonio en Febrero del 2007.  Trabajé para la ciudad de San Antonio por 6 meses, y al ver que no había oportunidad de crecimiento o aumento de salario, acepté trabajar para la ciudad de Austin.  Empecé a trabajar en la ciudad de Austin, la capital de Texas en Septiembre del 2007 hasta el presente.  Dios me ha abierto puertas que ningún hombre puede cerrar, me ha puesto en gracia y solo por la fuerza que Él me da, he podido superar todos los obstáculos que se me han presentado.

Actualmente soy lo que se conoce en inglés como el “Chief Building Inspector”, o jefe de inspectores en todo lo que tiene que ver con las inspecciones de edificios comerciales e industriales.  Austin es una ciudad en continuo crecimiento, la economía de esta ciudad sigue creciendo cada día más y más.  Tenemos cantidad innumerable de edificios y muchos que están por construirse.

Aunque he vivido lejos de mi tierra por casi 20 años, aun me siento conectado a mis raíces.  No pasa un día que no lea las noticias de los periódicos de Puerto Rico, gracias al internet.  Facebook me ha mantenido conectado con viejas amistades, además de enterarme de las cosas que pasan en mi pueblo, las cosas tristes como la muerte de seres queridos, y también las alegres como las fiestas de mi pueblo.

Espero no haberlos aburrido, era necesario escribir este documento para ejercitar mi memoria y compartir mi sentir.  Solo puedo llegar a una conclusión, y es que no estoy de acuerdo con Carlos Gardel.  En su famoso tango él dice que “veinte años no es nada”, yo puedo decir que “20 años son algo que marca la vida del ser humano”.

Mis pasados 20 años de vida, han sido muy importantes y significativos, han marcado mi futuro y se muchas de las cosas que he de vivir en los años que me queden de vida, serán manifestados de acuerdo a mis experiencias vividas y decisiones que he de tomar en el presente.  Vale la pena de vez en cuando hacer un “google search” a nuestra memoria y ver como nuestra vida ha sido un rompecabezas el cual se ha ido completando a través de los años.  Este rompecabezas que llamamos vida, será completado solo por Dios, cuando se cumpla el propósito que Él tiene para cada uno de nosotros.

Solo un consejo te doy, y no puedo cerrar este documento sin decir esto.  Nada de lo que hay en este mundo material puede llenar al ser humano.  Ni la educación, ni el dinero, ni el trabajo, ni los bienes materiales, nada pueden llenarte.  Si quieres que tu vida haga o tenga sentido, si quieres que tu tiempo aquí en la Tierra tenga sentido, ábrele tu corazón a Dios y en una oración sincera acepta a Jesús como tu Señor y Salvador.  Deja que Dios te llene y veras que entonces la vida cobra sentido y podrás decir como yo y reconocer que “veinte años son significativos”.

Juan 3:16, “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.”

Nota por: José G Roig, 4/4/2013